EN LA GUAYACANA
Gracias, Dios de los libres, ya no aspiro
De la opresión el infectado aliento
Y el aura de los grandes corazones
Hinche a torrentes mi entusiasta pecho.
Vuelvo a ser yo, ya puedo envanecerme
Del apellido límpido que llevo
Y de esta sangre de héroes y de mártires
Que fermentar electrizada siento.
¡Con qué ávido deleite en mis oídos
El amigo clarín rasga sus ecos
Que vibran como vibra en la matanza
Del ciudadano el enmohecido acero!
¡Qué fresca sombra generoso brinda
Nuestro sagrado pabellón! ¡Qué bello
Se ostenta el sol cubriendo a los que juran
Ahogar en sangre o triunfador cernerlo!
En todos los semblantes simpatía,
Adhesión, amistad, pintada encuentro,
Soy amigo de cien que no conozco,
Soy hermano de mil que hasta ahora veo;
Aun el más infeliz nos brinda ufano
Su escaso pan, su relumbroso techo,
Y en nuestra mano el corazón nos pone
Seguro de que siente como el nuestro;
Los labios más callados, más humildes,
Rompen de indignación en hondo trueno,
Y pudieran cual mágico resorte
Dar la voz «a la carga» en campo abierto;
Todos son entusiastas y sensibles
Cuando ven que sojuzgan sus derechos
Y siempre es elocuente el que levanta
El guante de opresión lanzado al pueblo.
¡Oh! si el salvaje dictador osara
Su faz con una máscara cubriendo
Ir de hogar en hogar, de niño en niño,
Su odioso nombre pronunciando quedo
Viera que hasta los aires lo abominan,
Que se avergüenza de él su propio suelo
Y que ya hubiera sucumbido al odio,
Si ese no fuera el odio del desprecia.
Sí ¡imbécil, miserable! oprime, oprime,
Mas, pon grandeza en tu opresión al menos;
Granadino sultán de granadinos.
Haz dignos del león los duros hierros;
Como una masa estúpida no abrumes,
Honra el odio mortal que te tenemos,
Y pues que has de caer pronto, bien pronto,
El polvo a donde vas no lo hagas cieno;
Honra César a Bruto y Bruto a César,
Napoleón hace reyes los abyectos,
Y donde fue Bolívar ciudadano
¡Ser dictador ha imaginado Melo...!
¿Y eres tú el sable triunfador que a Obando
Ha de entregar pacífico un imperio?
Tal para cual: su tímida perfidia
Mide toda la altura de tu genio,
Teodora y Justiniano resucitan.
Y Juan de Capadocia al frente de ellos.
¡Aguarda, miserable! no despiertes;
Ya que no osas venir, aguarda al menos,
Y aguarda sin temor que nuestras balas
No han de alcanzar a tu menguado pecho,
Y así cual no hay honor en atacarte
No te honraremos con cadalso luego.
Agosto 4: 1854.
Rafael Pombo