AMBICIÓN
No más te invocaré, cúbrete ¡oh Luna!
Ara de las ocultas agonías,
Que con la luz que generosa envías
Disípasle su sueño al infeliz.
No renueves mi angustia iluminándola
Con esos rayos nítidos, serenos:
Deja al que sufre, que soñando al menos
Se divierta sonándose feliz.
Encréspanse otra vez, chocan revaeltaa
Las ondas de mi espíritu ambicioso
Y sacude su estúpido reposo
Despertando al dolor mi corazón.
En mal hora, ¡por Dios! que cuando estamos
Del mundo entre la zambra y movimiento,
Se embriaga el alma en loco aturdimiento
E indignada se esconde la razón.
Si uno olvida que vive si uno olvida
Que en pos del hoy el porvenir se avanza,
Que mengua con el tiempo la esperanza,
Que crece con el tiempo la ambición.
Entonces es feliz, engaña entcnces
Al verdugo la víctima escogida.
Se embota con la fiebre de la vida
Ese buril del mal, la reflexión.
Mas vienen los recuerdos, y por fuerza
Los repasa ingeniosa la memoria,
A esa continua desdichada historia
Ligando un hoy tristísimo también;
Vemos que siempre la esperanza falla.
Vemos que siempre fracasó el deseo,
Que al ir de devaneo en devaneo
Nunca llegó la posesión del bien.
¿Para qué siento un alma impetuosa
Que dentro en mí sin descansar se agita.
Si esta impotencia mísera, maldita
A la nada fatal la encadenó?
¿Con qué fin un tenaz, violento impulso
Dio a mi ser el espíritu divino,
Si condenado a un círculo mezquino
En vano lucho por romperlo yo?
¿Qué haces sin alas, en el polvo hundido
Regio cóndor de prepotente vuelo
Ante la limpia inmensidad del cielo
Que te llama a volar bañada en luz?
¡Verla y morir! Frenético rasgarte
El noble corazón desesperado;
¡Devorarla mirándola, clavado
De la impotencia en la funesta cruz!
Así tal vez en uno de mis días
De silenciosa, férvida tormenta
Ante esa pompa en que el Criador se ostenta
Delirio de dolor me enloqueció.
Y un amargo sarcasmo balbucieron
Mis labios en blasfemo desafío,
Y atenté contra aquello que no es mío
Y que Dios a mi fe recomendó.
Y en el supremo instante en que la muerte
La vida equilibraba en la balanza,
Me forjó mi temor una esperanza,
Y el nombre de mi madre pronuncié.
Y trémulo caí y avergonzado
En un incomprensible abatimiento;
Triste como el león calenturiento,
Ciego entre las tinieblas y la fe.
... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ...
A una luz falsa abrimos nuestros ojos;
La duda está del sabio en el camino,
Y de esa ciencia en el raudal mezquino
Viene el licor de la ambición también.
Opio fatal que por jugar probamos
Y con delirio tentador nos ceba,
Y en juego hacemos la segunda prueba,
Y al cabo ya por precisión las cien.
Y al sacudir hirviente la cabeza
Al fantástico edén por despedida,
Las pálidas verdades de la vida
Ciñen con mano helada el corazón.
Ya este sol no es el nuestro, y estas brisas
Nuestros cielos flotantes no sostienen:
Somos espectros que del sueño vienen
Y han olvidado que del mundo son.
Triste es que cuando el iris de la vida
Su ardiente luz de juventud destella,
Junto al calor de la esperanza bella
El de precoz desilusión esté;
Y sople entonces la primera brisa
Del invierno de duda y agonía
Que poco a poco el corazón enfría
Hasta que muerto el entusiasmo ve.
Bogotá, agosto 27: 1852.
Rafael Pombo