A LISA
Que en belleza y gracia
Eres un primor;
Que en garbo y frescura
Como tú no hay dos,
Y eres la constante
Fatal tentación
De cuantos te miran,
Inclusive yo.
Todo eso lo sabes
De mucho antes que hoy,
Y mil atrevidos
Te lo han dicho por
La, sol, fa, mi, re,
Do, re, mi, fa, sol;
Y yo no soy muestra
De repetición.
Lo que sí te digo,
Pero acá inter nos,
Es que, ni pintada,
Fueras tú mejor;
Que hace daño verte,
Que sólo a tu voz
Se indigesta el diablo
En el corazón;
Que pesada en oro
Cualquier gran señor
Te comprara, y sólo
Por darse función
De verte, de oírte
A su alrededor.
Y ¿qué disparate
Él no haría, o yo,
Por un mordisquito
Dado en esa flor
Que arde en tus mejillas?
Por un apretón
De ese par de brazos
Contra ese... ¡Chitón!
O por un besito
Que tapara un no.
«No hay aquí (dijiste
En fresca ocasión)
Nadie que me quiera».
¡Desventura atroz!
Llorémosla juntos:
Pero, ¡alma de Job!
¿Soy yo acaso nadie
O hay nadie mejor?
Llorémosla juntos,
Pues me encuentro ad hoc:
Hoy, precisamente,
Advirtiendo estoy
Que no hay quien me quiera,
Y eso es gran dolor,
Cuando tengo en caja,
En el corazón
Un sobrante enorme
De exquisito amor.
¡Ven, pues! —o, si quieres—
A tu encuentro voy,
Mas... quítame el miedo
Que te tengo yo.
Rafael Pombo