DESENGÁÑAME
(Bambuco).
Dime si al fin puedo creer
En tu amor y tu cuidado,
Porque yo estoy enseñado
A dudar de la mujer.
Juguete los hombres son
De su capricho y mudanzas,
Mas yo no gusto de chanzas
Y me voy a la razón.
No serás tú la primera
Que me engañe y ajonjee,
Pues no es extraño que esté
Mi corazón hecho cera.
Las mismísimas caricias
Que me haces, otras me hicieron;
Tus juramentos dijeron,
Me brindaron tus delicias.
Nada yo las exigí;
Pero esos votos funestos
No fueron más que pretextos
Para burlarse de mí;
Y no lloré, que aunque asombre
Tan bárbaro proceder,
Perfidias de la mujer
No valen llanto del hombre.
Ya lo sabes: tanto fue
Mi amor, tanto su engañar.
Que me es tan fácil amar
Como olyidar lo que amé.
¡Y alto! no lleves a chanza
Mi claridad, ni a osadía,
Que la franqueza es tan mía
Cual de mujer la asechanza.
¿No te busqué? ¿verdad es?
Nada te dije —¿no es cierto?
¿Quién primero ha descubierto
Enamorado interés?
Será por inclinación
Natural en las mujeres,
Será por cuanto quisieres,
Registra tu corazón;
Pero recuerdo muy bien
Que me guiñabas los ojos,
Que eran leyes mis antojos
Y mía tu risa también.
No era más que verte yo
Ponías ufano el semblante,
Y siempre estar yo delante
Tu enojo dulcificó.
¿Y quién es el que resiste
La red que tiende una hermosa?
Yo díscolo, tú amorosa,
Andando el tiempo venciste.
Mis labios han comprimido
Tus preciosísimos labios,
Y en tus brazos mis agravios
En néctar se han convertido;
Y por ser grande mi amor
Es mi temor si lo pierdo,
Que siempre viene el recuerdo
Mezclando al placer, temor.
Me has dicho más de una vez
«Te amo, ¿qué temes, bien mío?»
Sólo temo el extravío
Que asímismo hallé después.
Mi corazón se cansó,
Un reposo anda buscando,
Quiero amar, morir amando,
Y olvidar cuanto pasó.
Desengáñame, por Dios,
Que anhelo en paz mi corona:
Si no eres frágil, perdona;
¡Si me has de olvidar, adiós!
Bogotá, noviembre 23: 1851.
Rafael Pombo