EL SERMÓN DEL CAIMÁN
Largo, ojiverde y más feo
Que un podrido tronco viejo,
Pero veloz cual trineo,
A pesar del bamboleo
Con que anda el animalejo.
Iba un paisano Caimán
Más hambriento que alma en pena
Corriendo tras de un gañán
Que sorprendió de holgazán
A orillas del Magdalena.
Casi alcanzábalo ya,
Cuando ocurrió al fugitivo
Cambiar el rumbo en que va,
Pues si no, no escapará
De un juicio ejecutivo.
Entonce a diestra y siniestra,
En zigzag trotó el patán,
Y fue táctica maestra,
Porque en girar no es muy diestra
La mole de don Caimán.
Este, colérico al fin.
Gritó al gañán: —«¡Hola, amigo!
Eso es cobarde y ruin;
Así lucha un malandrín,
Mas no un hidalgo enemigo.
»Ande usted siempre derecho,
Cual lo exige la virtud
Y el honor de un franco pecho.
Victoria sin rectitud,
¿A quién dejó satisfecho?»
—«Aplaudo», —gritó el zagal—,
«Principios tan excelentes;
Pero en lid de igual a igual
Debes, según tu moral,
Arrancarte antes los dientes».
La virtud del monstruo aquel
Es la de todo malvado,
Provechosa sólo a él
Para enlazar su cordel
Al cuello del hombre honrado.
Nueva York.
Rafael Pombo