EL GLOBO Y LA GALLINA
Desde un corral, sin pasajero a bordo,
Débil de complexión, de vientre gordo,
Primer ensayo en física aerostática
De unos dos memoristas en gramática,
Estaba a punto de soltarse al viento
Un globo henchido de aire y de contento,
Cuando, viendo a su alcance a una gallina.
Habló y le dijo: «Venga usted, vecina;
Le ofrezco gratis cómodo pasaje
Para emprender en mi canasta un viaje.
Respirará la atmósfera más pura,
Verá la inmensa tierra en miniatura,
Y del cóndor adelantando el vuelo
Podrá tomar para corral el cielo,
Y en lugar de maíz, prosaica dieta,
Comerá estrellas, plato de poeta.
Allá contará usted con larga vida
Lejos del hombre, atroz gallinicida;
El buitre quedará muy por debajo,
Que antes los dos seremos su espantajo;
Y en fin, buscando sólo su acomodo,
Me comprometo a complacerla en todo».
A invitación tan generosa y fina
Contestó lo siguiente la gallina:
—«Agradecida por su oferta quedo,
Pero confieso a usted que tengo miedo,
Porque, hablando clarito, me presumo
Que un individuo lleno de aire y humo
Y que me brinda estrellas por comida,
Debe ser mal patrón para esta vida.
Ver a mis pies los buitres y los montes,
Y tener por corral los horizontes,
Deben ser cosas, para vistas, bellas;
Pero... amigo... ¿a qué saben las estrellas?
Mis alas son, para volar, muy malas,
Mas lo poco que vuelo es con mis alas,
Mientras que usted (aunque gentil me ofrezca
Todas las gollerías que apetezca),
Como su vuelo es al capricho de otro,
Y de qué otro ¡el viento! cualquier potro
Menos desconfianza me inspirara
Pues, caso de caer, no reventara.
Siga siendo el maíz mi vil sustento;
Parta usted solo ¡oh tren del firmamento!
Engulla estrellas al festín de Apolo,
Y hártese dellas y reviente solo».
Esto es bien claro: y sin embargo, hay bobos
Que ya en lo mercantil, ya en casamiento,
Se embarcan para el cielo en vanos globos
Henchidos, no de poesía: de viento.
Rafael Pombo