LA ROSA Y EL TULIPÁN
Aunque vecinos Tulipán y Rosa
En jardín hechicero,
Y ambos en hermosura peregrinos,
Lá Rosa cayó en gracia al jardinero,
Y de sus manos recibir solía
Mayor cariño y preferente esmero.
Tal vez aún entre flores el gorgojo
De los celos acosa;
Ello es que el Tulipán vio de mal ojo
Los cariños del amo, y ya creía
Que requebrar y acariciar la Rosa
Era su oficio todo el santo día.
Esto dio punto al sufrimiento. Al cabo
Díjole en voz quejosa:
-«¿Por qué así me desquieres, jardinero?
¿Qué te hice yo? ¿mis gracias no merecen
Una caricia tuya? ¿mis colores
Más varios y brillantes no aparecen
Que el de aquella vecina
Perpetuamente carirroja, al modo
¿De ordinaria y estulta campesina?
¿Por qué para ella es tu cariño todo
Y nada para mí?»
—«No hables al aire,
Soberbio Tulipán, —contestó el dueño—;
Harto admiro tu pompa, y no hay desaire
En darte a la medida de tus gracias
Mi cuidadoso empeño.
Pero sabrás que de su copa escancia
Más miel que tú mi Rosa favorita,
Y que a un banquete de simpar fragancia
Con sus aromas al pasar me invita;
Y allí el largo deleite encuentro ufano
Que en la mera hermosura busco en vano».
La que no es más que hermosa
Llámese Tulipán, pero no Rosa.
Rafael Pombo