LA MIEL Y EL VINAGRE
(Discurso de un niño en unos certámenes).
Pasaron ya los tiempos en que, dicen,
Salían los alumnos de la escuela
Como los presos de la odiosa cárcel
Una vez terminada su condena.
Haciéndole la cruz al edificio
Y ansiando todos la ocasión primera
De darle a su maestro alguna tunda
Por mil que de sus manos recibieran.
Parece que el cariño y los modales
Eran entonces pésimo sistema,
Y que nadie sin cascara de toro
Curaba de ignorancia su mollera.
El público y los padres de familia
Juzgarán por los actos que presencian
Si ha sabido cumplir este instituto
En cuanto a la enseñanza sus promesas;
Pero a nosotros declarar nos toca
Lo que en estas preguntas y respuestas
El público no ve, y es de qué modo
Nos ensenaron lo que aquí aparezca;
Pues dicen que en la sala y con visitas
El tigre más feroz es mansa oveja,
Y adentro, y solamente los de casa,
Sus embestidas y arañazos prueban.
Hé aquí el objeto, damas y señores,
De que un discurso a pronunciar me atreva,
Y es expresar la gratitud que todos,
Si en el bien debe haber correspondencia,
Debemos al amor, a la exquisita
Bondad, consagración y gentileza
Con que, día por día, hora por hora,
El Director querido de esta escuela
Ha sabido probar a sus alumnos
Que no sólo con sangre entra la letra.
Que hacerse aborrecer no es necesario
Para que los discípulos aprendan,
Y que, para ganar los corazones.
Una gota de miel es más certera
Que un barril de vinagre, como ha siglos
El bendito Evangelio nos lo enseña.
1878.
Rafael Pombo