EL NIÑO Y EL BUEY
El niño
—¿En qué piensas todo el día
Tendido sobre la yerba?
Parécesme un gran doctor
Embelesado en su ciencia.
El buey
—La ciencia, niño querido
No es lo que a mí me alimenta;
Esa es fruta del estudio,
Con que Dios al hombre obsequia.
Fuera el pensar para mí,
Pobre animal, ardua empresa;
Prefiero hacer treinta surcos
Antes que aprender dos letras.
Mascar bien, me importa más
Que una lección en la escuela.
Con las muelas masco yo,
Tú, niño, con la cabeza.
Pero si anhelas ser sabio
Ojalá viéndome aprendas
A rumiar, y rumiar mucho,
Cada bocado de ciencia.
El digerir, no el comer,
Es lo que al cuerpo aprovecha,
Y el alma, cuerpo invisible,
Tiene que seguir tal regla.
Sin rumiarlo bien, no engullas
Ni una línea, ni una letra;
El que aprende como un loro,
Loro ignorante se queda.
Rafael Pombo