EL REY BORRICO
La Animalía reunida eligió un día
Por soberano a un burro de alquería,
Y el Rey Borrico inauguró su mando
Con el rebuzno del siguiente bando:
«Oyeme, Falderí, dijo al Faldero,
Sé por hoy mi ordenanza o mensajero;
Ponte la gorra en el instante, y sales
A llamar a los otros animales.
»Tengo un plan vasto, original y serio
En pro del auge y gloria de mi imperio,
Y quiero que lo escuchen de mi boca
Que por órgano tuyo los convoca».
El Rey fue obedecido, y al concurso
Rebuznó majestuoso este discurso:
«¡Fieles vasallos! mucho me intereso
En hacer mi reinado el del progreso.
»Hasta ayer vuestros déspotas reales
Han sido unos solemnes animales,
Pero desde esta fecha se acabaron
La ignorancia y resabios que dejaron.
»El Gato, de hoy en adelante, queda
Sirviendo de Mastín; que éste le ceda
Su ancho collar, y encárguese el galfarro
De aliviar al Rocín tirando el carro.
»Déjese el micho de cazar ratones;
Que ladre y no maúlle a los ladrones,
Y ya que trasnochar le gusta tánto
Vele ojo alerta y muerda sin espanto.
»El Mastín a su turno, que relinche;
¡Cuidado! no atarace al que lo linche;
Y si le prenden el arado al pecho,
Esmérese tirando muy derecho.
»Al Gallo incumbe reemplazar al Gato,
Disfrutará el ratón de mejor trato;
Y si el Gallo no maya, es mi deseo
Que en oliendo ratón de un cacareo.
»En cuanto a ti, Faldero, bien te estimo,
Pero con tánto beso y tánto mimo.
Te han vuelto flojo y lindo y casquivano,
Por lo cual te degrado hasta Marrano.
»Márchate a la pocilga, no más faldas;
Cubran de ásperas setas tus espaldas;
Y engorda, para honor del mayordomo,
Que hará de ti un magnífico solomo.
»Venga a servir el Puerco tu destino,
Pero primero lávese el cochino,
Y que aprenda a latir del ex-Faldero,
Pues eso de gruñir es muy grosero.
»Tocante a mí, señores, es muy justo
Que alguna vez me huelgue y me dé gusto,
Por lo cual os traspaso y os regalo
Cuanto me quieran dar de azote y palo.
»La dignidad del cetro no permite
Que otro me monte y que me albarde y grite.
Tratarme como a un asno es desacato,
Y en tal virtud renuncio al asnalato.
»Seguiré rebuznando, es muy posible,
Mas ¿eso qué tendrá de incompatible?
¿Acaso no rebuznan en sus leyes
Presidentes y Cámaras y Reyes?»…
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Iba aquí la oración de la Corona
Cuando entró de improviso la fregona
Y repartiendo escoba por el viento
Disolvió irreverente el Parlamento.
Rafael Pombo