DUDA
Tuve (¿quién no ha tenido?) mis raptos de impaciencia,
Solté (¿quién no ha soltado?) voces de irreverencia,
Al ver tras negra noche seguir más negro el día
Y al triste sin consuelo, y al huérfano sin guía,
Y al justo en la picota, y en triunfo al criminal.
Luego inferí, del déficit del melodrama externo,
El saldo indispensable de un cielo y un infierno;
Que nuestra vida es átomo de una completa vida;
Que de una inmensa cuenta, por una ruin partida
No hay que fallar, y nadie consideró el total.
Y Dios mi drama interno cerró con brazo pío
Sacándome de un lóbrego, terrífico bajío
A una corriente fija, que aun que a la vista humana
Se enturbie, porque en ella la culpa hedionda mana,
Bien sé que a un mar purísimo condúceme veloz.
A un mar de luz, de vida, de perenne bonanza,
Donde por fin se encuentran el don y la esperanza,
Copa de amor sin límites, do es todo cada gota,
Concierto de armonía sin discordante nota
Do al fin voces innúmeras son una sola voz.
¿Me explico? ¿Ya entendiste mi yerta indiferencia,
Mi pereza indostánica, mi clásica indolencia;
Esto de haberme dado, al parecer, por muerto,
Y andar como sonámbulo, como por un desierto
En donde no hay ni flores, ni aun polvo qué mirar?
¿Ya entiendes cómo un hombre sin lepra ni fortuna
Puede, estando en la tierra, declararse en la luna,
Y humilde cooperando del bien a la victoria
No dar un paso al ruido, ni al lucro, ni a la gloria.
Ni odiar sombras efímeras, ni abyecto idolatrar?
Vi el mundo, y nada suyo me ha pasmado el cerebro;
Ni hube, ni tengo tráficos, y así en ninguno quiebro;
Desprecio lo pequeño porque vi lo infinito,
Y callo, no me asorde mi flautín de mosquito
A la entreoída fiesta de que voy yendo en pos.
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Rafael Pombo