EL AMOR
En parte alguna existe, ignoro en dónde,
Pero es cierto que existe el deseado,
El amor más que humano, y aun conozco
Mártires de su credo y victimarios.
Hay quien oyó su voz, muchos le han visto,
Muchos lo adivinaron. Al encuentro
De cada cual sale una vez, sólo una,
De la existencia en la veloz jornada,
Tímido acaso y en palabras mudo,
Pero elocuente en lágrimas y acciones.
Mas esa vez no amamos. Nuestro afecto
Es ¡ay! el eco fúnebre y tardío
De algún adiós, de una mirada triste
Al través de los años y los mares;
La tentación de un imposible, el ansia
De lo que debió ser y hoy ser no puede,
La cruel revelación de un desengaño.
La atroz sonrisa de un remordimiento,
La rosa de una tumba...
¡Amor correspondido! flor bendita
De fragancia inmortal ¿por qué tan sólo
Brotas con nuestras lágrimas, y medras
Eq la desolación y el abandono
Como la viuda flor de las ruinas,
¡Ah! cuando ya no puede acariciarte
La mano de tu dueño ni a su arrullo
Extática exhalar fragancia y vida!
¿Serás más bien la música doliente
Del corazón, que sólo desgarrando
Penetra en otro corazón? ¿Dos voces
Que su dulce reclamo iban diciendo
Cantándose una misma melodía,
Y que templadas para unirse, nunca
Las juntó en su regazo aura del mundo?
Tal vez oímos, sí, más no escuchamos,
Entre el tráfago estéril de la vida,
Aquel acento fraternal, que entonces
Cual la acerada punta en la pelea
No se dejó sentir, aunque a lo hondo
Supo hacer por sí solo su camino,
Cesó el bullicio en derredor, ya el alma
Pudo oírse a sí misma, y hacia dentro
Tornó a mirar, y sorprendida, y tarde,
Las entrañas halló despedazadas.
¡Amor! ¡único amor! ¡amor solemne!
¡El perdido, el llorado, el que los ojos
Apenas entrevieron, como un súbito
Relámpago veloz del paraíso!
Dime, ¡oh amor! ¿no eres bastante puro,
Bastante delicado, y noble, y digno
Si no te acrisolamos reverentes
Con fuego de dolor y amargo llanto?
¿Tu gloria es sólo cruz, o hay todavía
Un Satanás funesto, inexorable
En cada paraíso de la tierra?
¡Ah! lo comprendo, sí, no eres del mundo,
Vedada poma de inmortal semilla,
Tú no regalarás mortales bocas,
Oh celeste ambrosía destilada
Para labios de arcángeles!
Si en una
De aquellas tardes dulcemente tristes,
Misteriosas, augustas, que parecen
Víspera de otro mundo; en esa hora
De perfume en la flor, y del suspiro
E involuntaria lágrima en el hombre;
Vagando acaso, inciertas, distraídas
Por el grandioso templo de natura,
Dos almas, dos hermanas, dos gemelas
Que en secreta ansiedad se iban buscando,
Hállanse al fin, y con mirada extraña
Se truecan, se penetran y hasta el fondo
Todo su ser leyeron, y en tranquila
Ara campestre de inocentes goces
Su fraternal predilección sellaron;
Apartáronse pronto sin decirse
Adiós tal vez, acaso sin hablarse,
Como si destrozar, ¡oh amor! temieran
Tu santo talismán; como aterradas
De ser felices en el mundo.
Empero
Su tímida entrevista cariñosa
Fue apenas una cita; que otro día
En campos siempre en flor, siempre serenos
Podrán volverte a ver, palparte, asirte
En abrazo sin fin, ¡oh sueño hermoso!
¡Desvelador, perseguidor, constante!
¡Tú que haces la desdicha de la tierra,
Oh amor! ¿no harás la dicha de los cielos?
Harasla, sí, no pueden engañarme
Una fe tan ardiente, una esperanza
Tan pertinaz, ni sed tan insaciable.
Aquí te merecemos, en lo alto
Nuestra avidez te alcanzará. Tú eres
La estrella inaccesible, excelsa virgen
De inviolable pureza que en la noche
Temprana de la vida a humanos ojos
Del cielo enseñas el perdido rumbo.
¡Dulce natura! ¡hermosa madre mía!
¡Oh amiga siempre fiel y siempre dulce
Del sensible cantor! si en tu regazo
Hube mis esponsales silenciosos
Ven a arrullar piadosa mi esperanza
De que en el seno del Eterno un día
Cantaré nuestras nupcias inmortales.
¡Lira de amor cordada con mis fibras,
Templada con mis llamas y mis lágrimas!
¡Vibra ese fuego al viento, parta, vuele
A donde vive mi alma y si allí encuentra
Algo de corazón, fúndalo en llanto!
Mas ¡ah! no es tiempo, es demasiado pronto
O es demasiado tarde. Arpa doliente,
Ensaya entonces preludiar los himnos
Que oirá del otro lado de la tumba,
Cólmame allá ¡bendito Dios! la copa
Del verdadero amor, aunque en la tierra
Colmes sólo de lágrimas mis ojos.
Viendo tu cielo azul, tu milagrosa
Resurrección primaveral y oyendo
Hervir en viva música de amores
El aire delicioso, y a mis plantas
Latir amante el corazón del mundo...
En tanto, ¡oh Dios! que están secando el mío
Desamor, soledad, tedio insondable.
Nueva York, abril: 1867.
Rafael Pombo