EL ADIÓS ETERNO
¡Al fin te disipaste, iris bendito
De mi felicidad, virgen amada!
Para ser mía... ¡demasiado pura!
Para ser de otro... ¡demasiado cara!
Al fin entre los dos media... la vida,
El humano imposible nos aparta,
Y no he de verte más sobre la tierra
Ángel guardián, esposa de mi alma.
Llegó la hora de creer ¡Dios mío!
En aquel triste adiós que pronunciaran
Los labios sin saber lo que decían
Porque los corazones lo negaban.
El adiós que resuena en el sepulcro
¡Porque hasta allá sus ecos no se apagan!
El que divorcia en vida para siempre
El sincero dolor y la esperanza.
Hace ya más de un año. Desde entonces,
Cual si fuera otro mundo su morada.
Ni un amigo me ha dicho «yo la he visto»,
Ni ha estado para mí más que en mi alma.
Vino la primavera, y en su frente
Secó el estío la gentil guirnalda,
Y el otoño las hojas del estío,
Y las frutas de otoño nieve blanca.
Cinco veces crucé del viento al soplo
La soledad sin fin del cielo y agua,
Y dormí el sueño del hogar paterno,
Y hablé la lengua de extranjera patria.
Rafael Pombo