SONETO SOBRE ORFEO Y EURÍDICE
Suspende el Tracio joven el quebranto
de la confusa cárcel del Olvido;
la cítara suspende el alarido
y la süave voz el triste llanto.
Sisifo se sentó sobre su canto,
y Tántalo pudiera haber cogido
la manzana fugaz sin ser temido
el tribunal atroz de Radamanto.
Ya Eurídice pasaba los umbrales
del Orco, ¡ay triste! Mírala y volvieron
él a su llanto y ella a su cadena.
¡Oh amor, cuán juntos das bienes y males!
Pues en un mismo amante causa fueron
la voz del bien, los ojos de la pena.
Rodrigo Caro