MONSIEUR DUVALIER
El vello le ascendía en calma de los pies
a la cabeza
inundándole
las uñas de las extremidades y los ojillos,
impidiendo
a quienes lo rodeaban y lo observaban con dulzura,
descubrir que el humanoide
enfundado dentro de una velluda suavidad cerrada
era el mismo
a quien el mar estrellado de los atardeceres de Quisqueya
y el peso de los vinos de Francia
inflamaban
su orgullo de mono inefable.
El mismo
que hizo de Haití
un país por cárcel.
Roberto Sosa