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VERSOS AL OÍDO DE LELIA

Óyeme, corazón. En cada rama
del bosque secular se esconde un nido
o una dulce pareja que se ama;

cada una rosa del rosal resume
un corazón, feliz o dolorido,
que de amor en la brisa se consume;

la estrella que nos manda sus reflejos
no hace más que volver con su luz pura
los besos que le envían desde lejos...

Todo tiembla de amor... hasta la piedra
a veces se estremece de ternura
y se vuelve un jardín bajo la yedra...

                        * * *

No importa ser mujer o ser paloma,
ser rosa de Amatonte, estrella o palma;
importa tener alma y dar esa alma
en risas, en fulgores o en aroma.

Triunfa el amor sobre la muerte. Nacen
las rosas para amar, y hasta las rosas
cuando al viento, marchitas se deshacen,
se vuelven un tropel de mariposas.

Suspiro es un anhelo que, escapado
del corazón, se va a volar errante
buscando una ilusión que ya ha pasado
o algún sueño de luz que está delante...

Pues bien, la brisa pasa en blandos giros,
y no puede medir tu pensamiento
la interminable tropa de suspiros
que viaja en cada ráfaga de viento...

Tú que tienes los ojos soñadores
como una noche tropical, asoma
tu corazón a todos los amores
y sé estrella, sé flor o sé paloma.

Y ya verán tus ojos asombrados
ante la tarde que en el mar expira,
cuán hermosa es la tarde, si se mira
con dos ojos que están enamorados.

autógrafo

Ricardo Miró


«Los segundos preludios» (1916)

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