LA CERTEZA
Después de cuatro horas de tortura, el Apache y los otros dos cuilios le echaron un balde de agua al reo para despertarlo y le
dijeron: «Manda decir el Coronel que te va a dar una chance de salvar la vida. Si adivinás quién de nosotros tiene un
ojo de vidrio, te dejaremos de torturar». Después de pasear su mirada sobre los rostros de sus verdugos, el reo
señaló a uno de ellos: «El suyo. Su ojo derecho es de vidrio».
Y los cuilios asombrados dijeron: «¡Te salvaste! Pero ¿cómo has podido adivinarlo? Todos tus cheros fallaron,
porque el ojo es americano, es decir, perfecto». «Muy sencillo —dijo el reo, sintiendo que le venía otra vez el
desmayo— fue el único ojo que no me miró con odio».
Desde luego, lo siguieron tortuando.
Roque Dalton