EL PAÍS DEL SOL
Para una artista cubana
Junto al negro palacio del rey de la isla de Hierro —(¡Oh, cruel,
horrible, destierro!)— ¿Cómo es que
tú, hermana armoniosa, haces cantar al cielo gris, tu pajarera
de ruiseñores, tu formidable caja musical?
¿No te entristece recordar la primavera en que oíste
a un pájaro divino y tornasol
en el país del sol?
En el jardín del rey de la isla de Oro —(¡oh, mi ensueño
que adoro!)— fuera mejor que tú, armoniosa
hermana, amaestrases tus aladas flautas, tus sonoras arpas; tú
que nacistes donde más lindos nacen el clavel de sangre y la rosa
de arrebol,
en el país del sol!
O en el alcázar de la reina de la isla de Plata —(Schubert, solloza la Serenata...)— pudieras también, hermana
armoniosa, hacer que las místicas aves de tu alma alabasen, dulce, dulcemente, el claro de luna, los vírgenes lirios, la monja paloma y el cisne marqués. La mejor plata se funde en un ardiente
crisol,
en el país del sol!
Vuelve, pues a tu barca, que tiene lista la vela —(resuena, lira, Céfiro, vuela)— y parte, armoniosa
hermana, a donde un príncipe bello, a la orilla del mar, pide liras, y versos y rosas, y acaricia sus rizos de
oro bajo un regio y azul parasol,
en el país del sol!
Nueva York, 1893
Rubén Darío