DÍAS DE CAMPO
El pobre bardo, del dolor cautivo,
Deja el bullicio por campestre calma;
En busca va de dulce lenitivo
A la incurable enfermedad del alma.
Por las cortina de rosadas nubes
El sol asoma en el azul remoto.
Allí quedó —tras lid entre querubes—
Como un escudo abrillantado y roto.
El sol besa con labios sitibundo
—Fragantes senos de mujer— las lomas;
Cantan las aves su cantar jocundo
y miel destilan las doradas pomas.
Luce a distancia un muro polvoriento
y mártir de trepante enredadera,
Cual medúseo cráneo que da al viento
De lianas la dulce cabellera.
En la montaña el guásimo aborigen
El cedro anciano y el almez de Europa,
Al viento dan la susurrante y su tronco erigen.
Cuando en la fronda de robusta sabia
Del viento da la cólera desecha
Grita la fronda al viento con la rabia
De Neso herido por la hercúlea flecha.
Circüíto de olientes limonares
Mira el Poeta, a quien el duelo agobia
Como tiemblan de amor los azahares
Por una ignota y presentida novia.
Y el pobre bardo, del Dolor cautivo,
Deja del campo la aparente calma
Sin encontrar piadoso lenitivo
A la incurable enfermedad del alma.
1897.
Rufino Blanco Fombona