LA TRISTEZA DEL MÁRMOL
Frontera está del Laoconte
Qué en mármol pario agoniza,
Venus, una Venus blanca,
Triste, como la Elegía,
Se senos en flor, y testa
Culminante y pensativa.
Y dice la sacra diosa:
“No soy como el Hombre, hija
De un amor que sólo es larva
Del placer — Y a mí se inclinan
Las amadas de los Reyes
y los mármoles de Fidias.
Enfermo de mal de amores
Seña el joven, a mi vista,
Que a grandes sorbos apura
El champaña de la dicha,
En mis labios, en mis senos,
En mis turbadas pupilas.
La aureola que mis sienes
circunda, cuasi indistinta,
Formada está con las dulces
Miradas de los artistas,
Y lloró a mis pies un genio
Germano, injerto en semita.
Y descuella entre las diosas
Del Museo, la ciprina,
Como rosal entreabierto
En prado de margaritas
Mas, si ardiendo en hermosura,
Triste, la diosa, suspira.
Dice la mutila estatua:
Esto del mármol no es vida;
En virginidad eterna
¡Ay, gloriosa carnes mías!
Nunca padecéis de gozo
Bajo quemantes caricias.
Nunca en torno a mis seños,
De hermosura magnolia,
Aleteó la mariposa
De un ósculo—
Y la magnífica
frente de Venus se cubre
De una tristeza sombría.
1896.
Rufino Blanco Fombona