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Cigarra que estás cantando
en un rincón ignorado
del árbol que me da sombra,
no tengo ningún deseo
de saber cuál es la rama,
de tantas que me cobijan,
en que apoyas tu cantar.
Y no me importa si existes,
y no me importa si existe
algo más que ese vaivén
de tu lanzadera, esos
hilillos áureos y tensos
con que tejes el cordaje
de ese barco mañanero
de la mañana de agosto,
barco de los rumbos dulces
que no lleva a ningún puerto.
Pedro Salinas, 1923