ALEGORÍA DEL TORMENTO

Entre la vida y la imagen de la vida, combatiendo,
mi corazón,
como un animal rojo, bramando, escarbando lo sagrado, gritando tierra y cosas,
su drama eterno de guerrero,
contra el error y el terror, desplazándose...

Ahora, con ancho látigo, azota el mito mi certeza,
mientras la sociedad me inunda y mi zapato contra el océano batalla, mientras da águilas mi enigma,
y va a estallar el sol del yo, crujiendo,
mientras la materia relampaguea en todo lo alto de mi pecho,
mientras crece el presente su árbol,
mientras la ciudad boreal asoma su paloma de substancia.

Arrasar la personalidad abstracta, la idolatría mítica,
el drama tremendo, las chimeneas de la anarquía, cielos negros con cemento, reconstruyendo,
y al abismo entre el ser y su ímpetu, arrojar todas las murallas.

Parado sobre sepulcros, en central ciudad de desorden,
busco mi flor de pólvora,
mi caballo muerto entre hierros, sin escudos, sin palancas,
la eficiente cantidad de fusiles rojos,
el volumen del hecho del subsuelo del sueño, hinchando sus velámenes,
la fruta de la realidad abierta y espantosa
como montaña, como hueso, como paloma o lenguaje.

Ser, en vértice, agrandando lo cotidiano con relámpagos,
es decir, viviendo lo enigmático,,
sembrar la verdad en la incógnita y los hermosos ríos del fluir, entre sus montañas.

No es existir en función-religión de la idea;
de llamas y frutas de piedra, sí,
acumulando la ansiedad vital entre tres paredes, cerrando
todo lo poroso y de penumbra;
ml alma y su servlcio social, que es su verdad, y su culebra, y su pantera, y sus leones,
porque lo tremendo, pero lo cierto, es lo concreto;
tenaz, acerbo, fatal, lleno de saliva y ladrillos de iglesia,
el camino del hombre y su gramática,
cuando de mesas de palo esta nutrido, estalla y comienza el génesis.

Síntesis de los caballos encadenados,
espuma de hierro de cielo o acento de la marea sublimatoria del individuo contra el universo,
no soy yo, sino lo heroico y sus chacales
mordiendo el número burgués, lo metafísico, el ámbito de hijos de la tiniebla,
enredando la personalidad, creando la celestial araña de palabras, creando
el enigma y sus ángeles de sangre.
Por eso, aquello, todo lo rojo del ímpetu, aquel extraordinario afán sintético,
deviene fuego sublime, mano y cuchilla de oro,
y arranca el espíritu del rodaje, como del rodaje el imponderable alarido de poderío;
ya la heroicidad comunista, su estrella de trabajo,
océano de heroísmo soviético, organismo materialista, en las águilas histórico-dialécticas resonando
y levantando los puñados de la existencia.

Sí, no el profeta, no el iluminado,
no el terrible megalómano de metáforas, salteando los potros heroicos,
no,
adentro de la historia, haciendo la historia, expresando lo que fluye, sucede y gravita,
contra mis simboios, azotándome, desgarrándome,
en virtud de la verdad marxista, colectlvamente, la dinamita de mi ser estalla.