LA LÁGRIMA DEL CARPINTERO
Cuando la oscura noche se encendía
con el fulgor de plata de la luna
José encontró un pesebre como cuna
y abrigo en un rincón para María.
«Me iré por leña, se dijo, que la fría
soledad de esta cueva tan ayuna
se vuelva más caliente con alguna
rama de olivo mientras apunta el día».
Y al regresar de pronto vio una lumbre
que incendiaba por dentro aquella cueva.
Por su rostro rodó la buena nueva
en forma de una lágrima encendida,
atónito al mirar la dulcedumbre
que es ver nacer la causa de la vida.
Pedro Miguel Lamet