MENSAJE AL ESPAÑOL PEREGRINO
Me he acordado de ti muchas veces,
en invierno, en verano,
en la hora nocturna y en el sol de justicia.
En invierno,
cuando la lluvia injerta en la frente los cielos,
tú has estado conmigo,
salpicado también por tus gotas,
no a través del cristal del pensamiento,
sino en mi paso apresurado,
en el gozo de mojarte
dentro de un aguacero
que escribe con su letra nuestro nombre.
En verano,
cuando tu piel se vierte con la mía en el mar
—al que estamos unidos en familias de olas,
en rumores de selva y arrebatos de ira—
tú has pisado conmigo la arena de las playas
donde soñamos unos horizontes,
uña y carne de ríos y montañas,
sin manos que cerrasen las puertas
ni llaves que dejasen nuestra amistad en la calle.
Te he dejado mi cuerpo muchas veces
para que lo llevaras
hasta el tronco del árbol donde tus iniciales han crecido
y le cortaste una hojita
que llevarte a los labios.
Te he dejado mi cuerpo para que lo tendieses
bajo este cielo nuestro,
sobre la dulce hierba nueva,
que canta con sus verdes lenguas de fe
la esperanza de la tierra en el hombre.
Te he dejado mi cuerpo para que germinaras
en este aire que lleva nuestra vida en los dientes.
Y ahora, que ya has visto con mis ojos, te entrego
el amigo y la lumbre, la casa y el descanso,
tal como lo vivimos en esta primavera.
Pedro García Cabrera