ALONDRA DE LA ROSA Y EL RELOJ
La rosa estaba enfrente
del reloj de la cama.
Uno a uno, sus blancos
pétalos le contaba.
Isla de la blancura,
con su talle en el agua,
en su nido de mármol
tus senos recordaba.
Abejas interiores
le iban dando largas
al rostro de minutos
de su agonía blanca.
Dolor de nieve herida,
el reloj patinaba.
De tanto oír su muerte
se fue quedando abstracta.
Y cuando ya la rosa
era sombra y escarcha
se hizo el reloj con ella
una esfera de plata.
Pedro García Cabrera