SEGUNDO SUEÑO
APARICIÓN DEL OBJETO AMOROSO
Con el oído en tierra de mi cuerpo
—de bruces en la artesa de mí mismo,
a oscuras la espiral de mis relojes
y en un cepo de inercias—
me escucho galopar en tu distancia.
En las hojitas verdes del sonido,
en estos cielos ávidos que bajan
a beber en un cuenco de grisúes
los ecos de un letargo de horizontes,
en esta fuerza alada que se basta
a derribar zodiacos y titanes,
en los vivos heraldos del silencio,
tu primavera acústica se acerca.
Y llega por planicies interiores,
por delgados senderos verticales,
de puntillas pisando alas heridas,
en volandas de vidrios transparentes.
Te esperaba en las verjas del insomnio
y es en la arena de mis playas hondas
donde la caracola de tus nardos,
apaisada de nácares dormidos,
despierta en los delfines de mis venas,
reposa en un latir de porcelanas.
Ella eres tú, manando el soliloquio
de las aguas en vilo de los mares
y los anales diáfanos del viento.
De sus fríos cerámicos de concha
sube el frufrú de una amistad de seda
en un rumor de sangre transparente.
Esa eres tú, volumen de mi sueño
y espacio de mis tardes pensativas.
Oh estrellita de circo, te has caído
desde el alto columpio de mi frente.
No me digas que no. Se te conoce
en esa punta izquierda que te dobla
la babucha oriental de la aventura.
No me sigas negando. Te prometo
que no te borraré de mis penumbras
ni ha de rondar tu alcázar de muñecas
un viviente cerrojo de dragones.
Dime que sí, que fuiste bosquejada
al nivel del costado de la ausencia
por un redondo volapié de armiños.
Te dejaré jugar contigo misma
en los cabellos sueltos de las fuentes.
Y tendrás carne blanca como un río.
Y en tus nítidos fondos los reflejos
te moverán la voz del pensamiento
con lengua de cristal.
Alargaré tu nombre de llanura
hasta el pie del anillo de mis sienes.
Y tenderé mi voz en tus mesetas
cuando las soledades me desborden.
Ellas serán espejos donde puedas
extraer la raíz de mis glaciares
elevando tus manos a mis sienes.
Y tendrás altitud de cordillera
y vibración de selva en tu espesura.
Así te iba sacando poco a poco
del costado de agua de mi sueño.
Pájara pinta, pícale los labios.
Verde limón, madúrate en sus senos.
Isla de mayo, súbete a sus hombros.
Fuego apacible, córrele las venas.
Alta caricia, vuélame en su frente.
Trigo, reclámala. Tórtola, arrúllala.
Y cuando por mis venas tropezaba,
tanteando vitrales y paredes,
a gatas por estrechos pasadizos
y a cuestas la espiral de mis relojes,
buscando una salida en las tinieblas,
me descubrí de globo derribado
en el amanecer de una sonrisa.
Pedro García Cabrera