IV
Dentro las lontananzas de mis ojos,
en un alba de plumas transparentes,
navegaban los cisnes de la ausencia.
Han debido doblar la fresca noche
de las curvas de río de tus sienes,
los amarillos párpados del día
y los rosados músculos que ensayan
translucirse en el gesto fugitivo
de las vivientes ráfagas de aire.
Habrán dejado atrás sangres dormidas,
voces descalzas, álamos con frío
y el medio caracol de tus ojeras.
Y acaso sus silencios espectrales
fueran tan sólo sólidos recuerdos
que al saltar de tus hombros a los míos
volvían nuevamente a tus orillas,
maduras ya de blancas soledades.
Pedro García Cabrera