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PRIMAVERA EN TINIEBLAS

Y amaneció la posguerra
descabellando luceros.
Nadie la creyó cautiva
de un crepúsculo de gestos
ni quiso saberla nadie
empuñadura de acero.
La frente pensó del agua
que llegaría batiendo
con palomas mensajeras
el ala libre del cielo.
Pensamos el agua y yo:
dos palpitantes espejos
en cuyos fondos temblaban
los olivos del silencio.
Los ayer toros de lidia,
los toros bravos del fuego,
mugiendo por los caminos
y liberando los pueblos,
fueron del alba desnuda
los desmandados cabestros
que rumiaban de esperanza
dianas floridas de almendros.
Pero cruzaron los días
con un áspid en los senos,
un llanto de calabozos
y un acerico de trenos.
Las valvas de la ternura
cerradas permanecieron.
¿Dónde, dónde los refugios
de cálidos terciopelos?
Sin retoñar.hojas verdes
los horizontes siguieron.
De tu ilusión, larga cola
de un bizarro romancero,
sólo te restan las huellas
de un epitafio de sueños
embalsado en la mejilla
transparente del recuerdo.
A mí también me sollozas
coronas de crisantemos.
Y me miras y te miro,
lágrimas de un mismo duelo,
salmos de hiel y vinagre,
panales de un avispero.
Las antiguas golondrinas
las picotean los cuervos.
En las venas se me ahondan
los cristales del encierro
y volutas de corales
sostienen mi cautiverio.
El entredós de las horas
bordaremos con denuedo
aunque la sombra anochezca
en la gruta de mi cuerpo.

autógrafo

Pedro García Cabrera


«Romancero cautivo» (1936-1940)  
Agenda de un prisionero


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