TIEMPO A BORBOTONES
Este instante, neutro en la blanca mirada de lo abstracto,
se colorea de múltiples realidades simultáneas en el racimo de lo concreto.
Y arriba, donde el pájaro es pájaro, cruz latina y silbido,
donde las nubes abren la esponja del vuelo al ronroneo de los aviones,
donde tus hombros se alabean si me divisan el pensamiento,
dicho instante se deshoja como una margarita en los dedos del aire.
Y más abajo, entre prados de nomeolvides y estatuas de sal,
donde te grita un sollozo que es nudo irrompible,
donde la cabellera del mar se peina con las cintas de los torpedos,
el mismo instante muere en un caballo reventado por espuelas de espanto.
Y más abajo aún, donde germina la verde inocencia de los graneros,
donde las minas intentan detener el sol en su carrera,
donde guadianas lloran por las lagunas de sus ojos
la pierna amputada por las sierras del viento,
el mismo instante se empareda con los huesos del universo de una madre
que murió muchas veces en el recuerdo de sus hijos movilizados.
Y se hincha en las caderas con polizón de América del Sur.
Y presencia un idilio de morsas en la tarima de los hielos polares.
Y se aleja en un horizonte suspirado por velas de sudarios.
Y es cogido por un tren en un paso a nivel de una noche de piedra.
Y se despeña con el ademán oratorio de una catarata.
Y se bate en la risa circular de un castañeteo de anemómetros.
Y se abriga a la salida de los teatros con pieles perfumadas.
Pero hay una chispa de ese instante vivo
en que ya humanizado, con venas y polainas, corazón y corbata,
cubriéndose los ojos, se suicida.
Ese en que unas personas se enfrentan sin mirarse
en un campo a traviesa de lodos asesinos.
Pedro García Cabrera