HABLA EL HUMO EN EL VIENTO DE LA MANZANA
El amor es atmósfera y el vidrio sentimiento.
De aquí .que amen más los cuerpos opacos
que los lúcidos
no solamente por estar cerrados a piedra y lodo
sino porque ponen sordina a las preguntas luminosas.
Como la atmósfera del amor envuelve el universo
hace muchas leguas de hombres que he puesto mi corazón
en todos los átomos que bordan las espumas de los sueños.
Como el sentimiento del vidrio
no vive junto a las fuentes tumultuarias
jamás he tenido amistad con los sauces
ni confluyó su vida con mi vida.
Ni tampoco la espina crucificó mis hombros de almohada
porque la espina, el llanto,
la inquietud de saberse lejanía,
es todo transparencia en mis umbrales
neutralizando el bien y el mal mi cabellera
de blanco nido.
Y así corró la cal, la porcelana, el mármol, mis maneras,
descansando sólo a la sombra del árbol
que ilumine sin destrenzar la esfera
de mi pantalla de agua clara.
Nadie se extrañe
de no matar la sombra de mi vidrio atmosférico
porque únicamente la proyecto si me atraviesa un barómetro
y para matarla habría de utilizar entonces
una máquina de coser virgos
y esto por ser asexual por excelencia
como un embudo de luceros.
Cuando cruzan los bosques sobre sus sederías y esmeraldas
espero que en las ramas
brote mi propio corazón hecho piedra,
lirio de plomo o montaña de rojo hielo.
Pero desterrado de los puntos cardinales
pues en ningún caso se orientarán
ya que mi presencia les hace perder los estribos.
Todo, hasta las nubes vacías, hasta el ciego cantil,
está lleno de mis pulsaciones. Es mi sabiduría.
Y sin embargo, hay un mundo que desconozco:
no sé si una docena de nueces
es mejor que la cola de un león.
Sólo lo que habla en cristal raya el diamante de mi vuelo.
Así que tuteadme con las voces
de los ecos de los guiños de los suspiros
y podréis ser visibles
al trono del aire florido que me sostiene
en los dientes de un pataleo de acordeones.
Pedro García Cabrera