HABLA EL PÁJARO DEL SUEÑO
Como por sus hábitos se desconocen los fantasmas
quiero exponer la clave de mis actos mejores.
Así aprenderéis
que
para psicoanalizar el vuelo de las mariposas
no hay mejor aparato que los imanes de mi propio pico.
Que no siento envidia de la niebla
porque la verdadera soy yo mismo, adaptada
a la forma de mi deseo de trotamundos.
La que véis en el campo es sólo un espejismo
que no puede sostener las arañas de los reflejos.
Que aprovechando los insomnios de mi larga cola de encaje
puede un insecto oscurecer la noche de unas sienes.
Lo que no sabréis nunca es si los caminos
dan el pecho o la espalda a los transeúntes
porque depende
de cual de mis alas señale el oeste de un grito.
Nadie podrá explicarse que mi mayor sorpresa
sea hallar un violín pelirrubio
en una voraz planicie de hielo,
aunque sepa que el color de las ansias
es el del llanto de un amor madurado entre ortigas.
Lo mismo de un caracol, que de un suspiro, que de una pezuña,
haría un micrófono
para oír el jadeo del agua en los fondos de la luz.
Si existiera mi muerte
enviaría a buscarla por mis ojos adentro
con el primer sombrero de copa que pasase
vestido con plumas incendiadas.
Hay una palabra única que me levanta la ternura,
esa que se balancea
en la punta de la lengua de un retórico.
Para mí nunca llueve, pero si me lloviese
serían letras góticas y algodones en llamas.
Este es mi alcohol. Líbalo mientras duermes.
Por esta vez tan sólo a conduciros voy
al paisaje más iracundo de la tierra,
sangrando a la derecha de un ensueño de alondras.
Ninguna esperanza
me obceca,
tanto por ser todas las obcecaciones a la vez
como por inclinarme más allá de todos los mares.
Así comprenderéis
que no tengo salvación fuera de mis costados,
que soy azar y suerte
porque vivo en las fuentes de donde manan,
que siendo la más audaz caja de prestidigitadores
anido en la encrucijada de las querencias.
Y que mi exclusivo fracaso,
el mío,
el del pájaro del sueño,
es que nadie me reconozca
como la ganzúa de todas las claridades.
Pedro García Cabrera