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Sí. Este ir y venir, sincronizado
al tiempo y al espacio. Esta conducta
de tornillo sin fin. Este trasiego
de ti por ti y por todos los cuadrantes.
Este mudar sin término ni espera
—aquí no poso, más allá no descanso—
teoriza el impulso permanente
de disolver el nudo de amatistas
que llevan en sus dedos los obispos.
Pedro García Cabrera