ROMANCE
A llorar su amarga ausencia
salió Lisardo una tarde,
enamorado y celoso,
de desdichas harto grandes.
Y viendo que ya le espera
el tormento de ausentarse
de aquel bien que tanto quiso,
y es fuerza siempre adorarle,
adiós, patria, dice a voces,
que madrastra es bien llamarte,
pues después de veinte abriles
como a extraño me trataste.
Adiós, campos, en quien Flora
viste perlas y corales,
espira olores y aromas;
brota claveles y azares.
Adiós, deudos, que del alma
alcazastes tanta parte,
que en mi tuvistes amigo
y en vosotros hallé padre.
Adiós, divinos ingenios,
sin fortuna que os levante,
que es maldición de discretos
no tenerla de su parte.
Adiós, bellisimas damas,
ante cuya hermosa ímagen
fea parece la diosa
que en Chipre adornan altares.
Adiós, academia ilustre,
Fénix de aquestas edades,
a quien debe mi ignorancia
el no parecer tan grande.
Adiós, calles apacibles,
donde Narcisos galanes
la noche pasan y el día
por bellezas Anaxartes.
Adiós, estrecho aposento,
que tantas veces me hallaste
llorando esperanzas vivas,
que murieron sin gozarse.
Adiós, queridos amigos,
que la tortuna inconstante
quiere por matarme presto
de vosotros desterrarme.
Adiós, pasados placeres,
que vivís para matarme,
pues sólo de tantos gustos
la memoria me dejaste.
Y en fin, patria, campos, deudos,
Academia, Ingenios, calles,
damas, aposento, amigos,
y gustos que ya pasastes,
sentid mis penas y llorad mis males,
pues muero ausente
cuando adoro a un ángel.
Y tú, Laura, Laura mía,
aunque no es razón te llame
mía, sabiendo que ya
goza tu cielo otro Atlante.
Adiós, que ya me dividen
de tus ojos celestiales
mis desdichas, envidiosas
quizá de que los gozase.
Yo muero, aunque no quisiera,
porque temo que te mate
la muerte, si muero yo,
que en mi estás y ha de toparte,
Huye del pecho. bien mio,
vive tú, muera quien nace
indigno de tanta luz,
incapaz de glorias tales.
Yo moriré porque pongan
en mi sepulcro: Aquí yace
un hombre que supo amar,
aunque a costa de su sangre.
Nadie culpara mis penas,
y mas, Laura, los que saben
que me voy para no verte,
cuando vivo con mirarte.
Y por si acaso, señora,
mis desdichas son tan grandes
que sea esta vez la postrera
que en tus ojos me mirare.
Abrázame, Laura mía,
y a Dios, que mil años guarde
tu vida porque yo viva,
si puedo ausente y amante.
Juan Pérez de Montalbán