LA ESPERANZA
Jamás barco alguno llegará del mar libre a detenerse en la desierta caleta.
Jamás las olas arrojarán sobre la arena restos de distantes naufragios.
Todo lo llevan, hacia remotos confines, lejanas y poderosas corrientes.
En la costa roqueña y salvaje no hay un indicio que revele la vida del hombre
sobre el agua infinita y amarga.
Mar solitario, agitado y misterioso, nada aguardo de ti y cada día hacia ti me
dirijo.
Veo tus olas, y tus olas vienen y vienen sin descanso.
Broncas se desploman y atruenan el aire y estremecen la roca en que me poso como
una ave de tempestad.
Veo tus olas, y tus olas vienen y vienen sin descanso.
Mis ojos que te observan, monstruo inquieto, las adivinan, las presienten bajo
la tela del agua, en la palpitación que se insinúa, que se hincha, crece y se
levanta, que va a tomar una forma y a dar nacimiento a algo que aguardamos.
¡No sólo será Venus la nacida de las aguas! Aún quedan olas y olas incontables.
Allí comienzan, allí asoman otras y otras, mis ojos se turban ante su número:
pero mi esperanza no se pierde y confía.
Pedro Prado