BLUES PARA UNA PRINCESA
¿Recuerdas la cama después de dormir juntos?,
¿el olor de aquel calor de piel y mantas?...
Conservando todavía arrebujada toda la noche
abría despacito los ojos y te miraba sorprendida mirándome;
bajabas la cabeza y la sonrisa caía como unas coletas por tu cara,
te escondías
y después subía un globo
con el que los dos jugábamos.
¡qué tonto eres!
me gustaba revolcarme en tu risa,
llenarte los ojos de sorpresa
y de nuevo resbalar,
poner tu pecho en el mío,
dejar tus labios de carne firme y vaivén
descolgarse mórbidos, anhelantes,
besándote con pureza infinita
hasta la cima del pezón.
Siempre llego corriendo, ya sabes,
me gusta ponerte el pelo rojo
levantarte las faldas,
remar
remar con todo tu odio,
remar en cada lágrima por tu cara...
Ahora de nuevo aquí pongo mis tripas
tirando el amor como piedras,
para nada
y dejo todo por estrenar.
Tomás Díaz Cuadrado