LA DUDA
Despertó de sorpresa, y sintió como estaba lleno de
flojera; la que se extendió por todo lo que él era,
para vencer un desgano o abulia que le corroía de pereza
en todos sus venas. ¡Empujando sus ganas de vivir!
Ahí comprendió que era toda esa sangre que corría
por sus arterias, y que también era en todos y cada uno de los
músculos y huesos que él había ejercido,
endureciéndolos con el oficio de sus propios recuerdos.
Aunque en la determinación de estirar todos sus
músculos y osamenta se impregnó de alegría, por
que la alegría viene de Dios y hace a la vida, y en su
alargamiento de amor estableció un sentir positivo. Esto
consumió el oxigeno necesario para caer en un estado optimista.
Y el buen humor recorrió su cuerpo desde el ombligo a cada uno
de sus extremos. Esto le sirvió como pista para estirarse a
despegar y vivir ¡y empujó a ello con todos sus
músculos, inhalando!
Ya sentía la energía en su cuerpo cuando empezó
todo. Porque entonces cayó en la duda de la cual jamás
logró recuperarse.
Y esta duda lo enteró del olvido que tenía de todo su
pasado. ¿Quién soy? —se preguntó.
Pero solo recordó que recién despertaba de un
sueño, en el sillón de un super autobús y en
viaje, fuera del cual él no recordaba absolutamente nada de si.
¿De dónde venía?, ¿a dónde se
dirigía?
En eso estaba cuando vio que llegaba a la terminal de autobuses.
Doblaban por la avenida que circunda una bella ciudad. Y entraron
a la terminal
¡Dios mío!, ¿qué voy hacer, me bajo
aquí?, ¡Quién soy! ¿qué hago?
Sergio Verduzco