INVOCACIÓN A QUETZALCÓATL
Quetzal
hecho moneda y escudo
con que nos mira la patria
desde nuestra historia,
y coatl,
como la culebra
de ideas
que hacemos
personalidad,
en reacción a las reglas con que el mundo
amortaja al cosmos,
para convertirnos en armaduras,
en máscaras,
espadas y escudos...
Diseños de placer, a su gusto.
Desde nuestras emociones,
en cada una de nuestras vidas,
somos una plegaria a ti,
Quetzal de la Vida.
Somos la Anáhuac del dos mil uno,
la última generación
de los desheredados
de tu propia fe.
Te invoco a ti,
Águila devoradora del tiempo,
como espina que soy
en el nopal de las civilizaciones humanas.
Erizado de mi placer
en ser dolor
sigo equivocando
mi camino,
y marcho solo tras la distancia
hecho idea
de la luz
con Occidente.
Requiero precisar el rumbo
y volver a buscarte,
para encontrarme a mí mismo en ti,
¡centro de equilibro
entre mis cuatro reinos de demonios interiores!
¡Cuan ardua es la brega
en esta isla mexicana, hermano!
¡Cuan placentero sería ahora
el practicar tu cultura de equilibrio
interior,
de coparticipación civil en común ideal.
Y
¿cómo no sucumbir
si el egoísmo enriquecido
a todos nos compró
para obligarnos a adorar el poderío?
¡Cuan solos, aislados y sin amparo
nos mantienen nuestras traiciones diarias!,
¡nuestra falta de apego a la verdad social
de nuestros ser
de estrellas!
¡Oh!, ¡divino Quetzal!
Fénix
que devoraste las eras
promoviendo la estatura de América,
tú
que nos viniste de atrás
de la región del testimonio,
tú
que a la historia abordaste
hecho leyenda de lo perdido contigo,
tú
quien nos enseñara a ver nuestra existencia
como hermandad entre las entidades del cosmos,
tú. que profetizaras tu retorno
para terminar el Cuarto Sol de Huitzilopochtli,
tú
que te vistieras de Colón, Cortés, Pizarro
para liberarnos del ayer precolombino,
tú
por cuyo cuerpo de cristianos
fraguaras la Colonia,
la inteligencia y voluntad
que conquistaran nuestro ser independientes,
como Países Latinoamericanos,
tú
cuyo divino sudario
en nuestra piel de hoy,
de latinos...,
tú
dígnate atender a mi plegaria y ven,
detén tu huida de mi persona
y rescátame de mi mente.
¡Ayúdame!
Quetzalcoatl,
uno
con Nuestro Cristo de Todos,
y príncipe de elevación interior,
auxilia a tu pueblo
para que todos entreguemos nuestra personalidad
a Huehueteotl;
para que el fuego de su aliento consuma nuestras culebras
y encuere nuestras mentes de las vanidades,
de la sensualidad de nuestros deseos e intereses.
Danos la voluntad de comprender
los ciclos de la vida,
enséñanos a conquistar el estado de amor
que implica el aprender
a ofrendarse a si mismo,
para ser luego
la periódica renuncia,
el olvido de todo lo que no podremos cargar
cuando volvamos a nuestro origen estelar.
Permite que la luz
centre
todos nuestros impulsos y sentimientos.
D e s c u b r e
la presencia cósmica que nos da
estar presentes y ser la conciencia
del universo como sociedad de personas.
Para nuestras múltiples razones danos tu corazón.
Así coordinaremos en una sola vibración
el aquelarre de nuestros varios
cachos de verdades.
Sé tú nuestra razón de ser
iluminados cristianos.
Crisálida en nosotros,
chispa que nos transforma
de conversos en hechos.
Hechos del oficio,
premio de luz
a la humildad natural
de voluntades puras.
¡Purifica mi voluntad
para convertirme en puma!
Culmina el acumule
de labor
empleada en andar
las
Eras.
La conciencia del principio y el final,
la dualidad, el enfrentamiento y el acertijo
arman la vida
como momentos
al ejercerla.
Acerca mi principio
al final de su origen.
Premia
la búsqueda que origina este Quinto Sol,
(y que llamamos
Renacimiento Universal del Ser Humano).
Funde en tu amor todas nuestras razones,
con todos nuestros argumentos y sentidos,
madurando el individualismo en nuestras conciencias
vestidas de mundo.
Deja treparse la luz
dentro
para llevar nuestras mentes más allá del verbo;
trasciende el concepto
que nos mantuvo cautivos del
entendimiento,
sin practicar la comprensión por camino...
Sé en mí y todos
a tal punto que nos fundas
en tanto conciencias individuales
y nos hagas retornar al ser
del Ser espiritual entero y único.
Que palpite en tu amor
el continente latinoamericano,
como hijos
de pensamientos
hermanos.
Muestra tu ruta interior
para que se nos permita fundir,
en intuición común.
nuestras conciencias.
Que seamos una verdad común;
aunque diversa y plural ,
que propicie la coexistencia civil,
múltiple
en la inmensidad de todas nuestras razones.
Sergio Verduzco