EL ESTÍO NO SERÁ
A Andrés Sabella, desde los años treinta del inicio
Es el último estío que los dioses conceden. Nunca el postrero.
Crepuscular miel perdura en los sedientos labios saciados de sol.
Mas, ¿volverán a desearme a mí las olas que me miran
estatua de sal, carcomida de viento, sobre la compasiva arena?;
las vasallas que besaron los diez dedos desnudos
que pisaban el lagar de sus uvas y sus ubres de leche
como máximo pontífice del silencio entre sus voces,
¿tendrán memoria? La flauta del agudo día, el corno de la noche,
sonorosa savia que recuerda, metal sonoro de las estrellas muertas.
¿habrá quien la taña con sapiente aire, quien despierte
el fuego de tiniebla y ardor originarios, quién los oiga?
Nadie puede prefijar la duración perfecta. Quizá después,
otro mañana sin mí, los invisibles dioses serán el sonido que solloza
y las olas mismas sonarán de corno oscuro a flauta luminosa
aunque el estío no sea, aunque nosotros no estemos y no se note.
Lo demás tornará siempre, mansamente. Quien interroga es uno.
Roque Esteban Scarpa