EN LA MUERTE DE JOSÉ HIERRO
Llegó por la tristeza a la alegría
y allí su corazón atribulado
habló del que, convicto y derrotado,
aun José o Pepe Hierro se sabía.
Lo mismo que Machado, convertía
las viejas amarguras del pasado
en resplandor silente y regresado
que en su verso, de nuevo, renacía..
Llantos en las lejanas avenidas,
el eco musical de los colores,
el poso de la vida y sus dolores
dejaron en sus sienes las heridas,
que en sus versos quedaron retratadas
y en líricas palabras trasmutadas.
Alicante 22 de diciembre de 2002
Manuel Parra Pozuelo
Incluido en El vulnerado silbo indestructible. I.S.B.N. 84-8454-232-7 y Depósito legal A-168-2003