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CRISTAL INTERIOR

La lluvia caía sin cesar y yo aquí; sentado ante los silencios de las cosas, de las preguntas y respuestas de un todo.

Pierdo la noción del tiempo y viajo entre las gotas que caen sobre la tierra; humedeciendo el calor del cuerpo.  Soy yo, navegando en las aguas de mi interior, resolviendo misterios.    “pregunto a mi boca, qué siente con la saliva, si goza con ella, si la deleita, si la acaricia, si inunda su cavidad de dicha”  y qué piensa la saliva de las cosas que investiga entre los dientes y la lengua que la expulsa”   “ qué piensa del beso, y de las otras salivas, algunas de sabor a mieles, otras sabor amargo, qué piensa, de las noches de angustias, de vacíos y fuegos”    ¿QUÉ?

Seré yo la carne, el cerebro acondicionado, la estructura viviente, que se gobierna entre las sombras macabras de la ilusión. Seré yo la saliva, la boca, los dientes hirientes que saborean su propia carne, seré la lengua del alma que besa el corazón y que reza amor, o tal vez seré el mar que viaja en las venas, seré el capitán de mi propio timón, que lucha en aguas embravecidas, eludiendo las pasiones más oscuras.         Sí,  seré yo, huesos y papel, navegando entre escollos, por el mar de la vida.  Nervios de acero insertados entre los poros de piel,  gotas de lluvia que templan el acero.   Soy yo, las manos, el cuerpo de nubes; las gotas, que siembran cabellos.

Dime ojos qué ves. Tal vez la luz o las sombras de tu luz, el reflejo del sol.  La manera insólita de trasladar la boca a los ojos;  “ Sos vos él, los labios abiertos, la saliva de luz, los dientes que mastican la profundidad, de un gran amor.  Sí, soy yo, la expresión dulce de la negación,  la palabra de aire,  que sólo se dice con la mirada, que dice todo. La saliva que embriaga los pensamientos, que flota entre órbitas celestes.

Y esta lluvia que cae entre la piel, y moja los labios, y besa mis ojos, y estas manos que la acarician y abrazan su cristal.  Esta humedad que penetra el sudor y recibe a su amada. Sin palabras, moja mi ropa, sin palabras al frío.

Abro la boca al cielo, para que las gotas, sean mi saliva, para que juntas integren la sangre, y  amen en los laberintos del harén, cómo bellas damas, con la sonrisa despierta, con la piel de lluvia dispuestas, activas, anhelantes de placer.   Cierro los ojos que se inundaron y chorrea la nariz; y ellas que van y vienen en danza de cien.

Miguel Ángel Brandoni


Miguel Ángel Brandoni

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