a Victorino Abente
Bajo la paja oscura de la ranchada,
Junto a las llamas rojas de los fogones,
Mientras el arpa suena casi velada
Atisban a las hembras los mocetones.
En sus grandes oscuros brillantes ojos
Se refleja la fuerza de sus pasiones;
Parece que quisieran en sus antojos
Zapatear sobre alfombras de corazones.
Las muchachas ocultan el seno fuerte
Entre ramos de rosas y de alelíes,
Y la carne bronceada, casta, se advierte
Tras impalpables velos de ñandutíes.
Las caderas se enarcan entre la falda
Hecha toda una espuma de albos encajes,
Y las trenzas que caen sobre la espalda
Parecen cintas negras sobre los trajes.
El arpista modula en su instrumento
Un ritmo apasionado, suave, ligero;
En su nido de plumas lanza un lamento
El zorzal que soñaba sobre el alero.
Entre frases punzantes y carcajadas
Van tomando sus puestos las tres parejas:
Las mozas llevan flores anacaradas
Y los hombres claveles tras las orejas.
Vuelan los largos ponchos en amplios giros
Formando vastas combas al agitarse,
Y se escucha que estallan hondos suspiros
Cuando el mozo y la niña van a chocarse.
Las parejas saludan; marcan las notas
EL compás pronto y recio del zapateado,
Y los rostros expresan ansias ignotas
Dulces sueños y beso de enamorado.
El arpa lanza un largo postrer gemido;
Se agitan bravamente las tres parejas,
Y al terminar el valse han ya perdido
Los mozos los claveles de sus orejas.
Y llevando las hembras de negros ojos
En sus brazos robustos los mocetones,
Parece que quisieran en sus antojos
Zapatear sobre alfombras de corazones.
Asunción, 1902
Martín Goycoechea Menéndez