EL PROFETA
El profeta ajado en el olvido de otros siglos
despierta en el tumulto de su madrugada
estruja pañuelos y silencios
abre los cajones de papeles amarillos
viaja insomne hacia la isla de su nacimiento
en el año doce del séptimo día
en un mes marchito a principios de luna.
Hay pájaros de bruma en sus verdades
una mujer rosada le regala una sonrisa
escala la ciudad con ella en su bolsillo
observa la vida en el flanco sin paredes
el camino es un osario de pagodas
las puertas del amor se abren al desprecio.
El animal sagrado que habita en su plegaria
ora en los silencios de tantos ojos cerrados
descendido a la tristeza de los muertos
el verbo le recuerda el espíritu herido
¡qué solo está el deseo sin su propia tierra!
María Eugenia Caseiro