LA CALLE
La calle es un burdel
donde las horas toman cuenta.
El vagabundo gris
a un paso de anotar la despedida
recupera el mortecino
brillar de las farolas.
Se alarga la calle, en su desdén se pierde
la visión hasta tocar el fin del mundo,
a estribor, bordea la primera estrella
las grutas sin salida, el precipicio
en que un fantasma envenenado
duele en la mujer que busca
un puente y la razón fracasa.
La calle es un dolor, una punzada
un corazón cansado que envejece
donde confluyen las premoniciones.
Su melodía sin voz
se lleva las últimas raigambres…
Sueña la calle su primer bostezo
entre viejas fachadas de edificios.
María Eugenia Caseiro