Tendrás como todos tu propia historia
Algunos pasajes atienden ciertas tardes
donde al paso del billar
aprendías a fumar
No eras un mal tipo
y hubo sueños que te arrojaron
a la ciudad
En una de tus largas caminatas
compraste un boleto para un concierto
que ejecutaste con precisión
Entre las butacas
Su cuerpo
Sería agradable verlo enredarse
en sábanas
cortinas y sillas
No supiste dentro las escalas
que subían y bajaban
con aritmética contundente
que aquel rostro era una cabeza
Sus ojos
eran tan dulces
cómo adivinar que recogería su vida contigo
dejándote a dos hijos tan como tú
tú, que le darías caja de paredes blancas
Así te estabas
arrebatando tiras de luz
un tequila que no fuera reposado
porque el fuego se quema con más fuego
Mirabas la cortina
La soledad te enloquecía
En tu monólogo ditirámbico
el pie quebrado era excusa
para saber que tu elocuencia bastaba
Detrás de la ventana el verde aquejaba sed
Bebías otro tequila para desaparecer el dintel
¿El olor de algo que se cree un siempre
dónde está sino en esa pared blanca?
Otro tequila comenzaba a gotear por tus ojos
Qué incomodidad
No
había pañuelos limpios
Por qué no cantar hasta vomitar el último rencor
lavarte ese dolor ajeno
el error, el error, cuál error
¿No era ella patria, música, jade blanco?
Se acurrucaba en el sillón mirando la oscuridad
¿Cuándo tus manos se volvieron alas repugnantes?
Esa noche no viste su silueta
que creías velaba tu sueño
¿Habría flores y mantel de piqué?
Cuando te encontré
habías llenado las botellas de tequila
para que al asomarte no vieras sus ojos
ni te atormentara el no recordar su nombre.
Mariana Bernárdez
Incluido en Sombras del fuego, Colección Punto Fino, coedición del IPN, Fundación Alejo Peralta y SEESIME. México, 2000.