POEMAS PARA MI ABUELO MIGUEL
Cuarto poema (El sillón)
Sentado en el sillón, con el bastón en la mano,
el abuelo, recio, formidable, habla con dulce voz...
Y todo él parece una leyenda de hombres inmortales,
poderosos, extraños, que beben el agua de los espíritus
del cante... Y se pone a mirarme, como siempre,
mostrándome con su mano que sigue siendo mi abuelo...
Miro de nuevo, pero el sillón está vacío, y siento que el
abuelo, que hasta ahora estaba sentado en el mismo, ya
no existe...
Nadie se sienta en el sillón del abuelo...
Nadie mira a la calle desde el sillón del abuelo...
Y nadie quiere cambiar de sitio el sillón del abuelo.
Como si esperara a que regrese, los más sentidos rayos
del sol cubren por absoluto la figura entrañable del abuelo,
y es volver la cabeza, y el abuelo se ha ido...
Entonces, sentado en su sillón, el abuelo cuenta una historia
que nos hace olvidar... y el salón se llena de una paz misteriosa,
y es el abuelo, que nos mira sonriendo, de nuevo, en el hogar.
Juan Miguel Melgar Becerra