PRESAGIO
La niña sentada era transparente, clara y fría.
Como una flor de Primavera.
También risueña y sueña y soñaba que la quería.
En sus manos, como una rosa,
el lápiz con el que pintaba una veleta.
Y corría tras ella y volaba y lloraba
y soñaba que la quería.
Gris, su mundo lapicero,
en verde se diluía,
aunque a veces no veía,
la veleta de sus dedos.
La niña callada era transparente, clara y fría.
Como su caja de colores.
También risueña y sueña y soñaba que la quería.
Juan Miguel Melgar Becerra