EL SOÑADOR
Revolvía sueños, propios, ajenos. Tomaba lo que más le gustaba de ellos, coleccionaba imágenes, colores, sonidos. Como era muy metódico y ordenado, había decidido clasificarlos y de tanto en tanto se solazaba contemplándolos. Por cierto, no era tarea fácil, pues ese sutil cirujeo lo obligaba a veces a encontrarse con circunstancias desagradables o por lo menos incómodas. No obstante ello resultaba entretenido y divertido observarlos. Solo una cosa lo incomodaba, podía mirar pero no podía participar cambiando el curso de las expresiones oníricas. Por lo tanto, si no le gustaba algo tenía que someterse a observarlo hasta el final, porque así funcionaba el artilugio que había inventado. Así fue que anonadado cierta noche, contempló como lo baleaban sin que ni para qué, mientras paseaba su perro a orillas del río.
Jorge Medina