LA AURORA
25
Apaguemos las últimas voces,
las últimas voces de la noche que se ahogan en la oscuridad.
Apaguemos las últimas voces, que los que velaron duerman
y que despierten los que
en la noche duermen,
los que duermen en los silencios sus penas.
Redimamos sus penas
en los silencios del alba,
del alba que mata la noche de los espectros.
Repica una única campana
sin romper el silencio.
Repica una única campana en el interior de un cuerpo.
Repica lenta e íntima, declamando un verso,
un verso de bienvenida, un beso.
La alborada te acaricia, te recibe con un beso,
un beso mitad frío
mitad ardiente.
La luz te va borrando la máscara,
la máscara de los ayeres.
La luz te va concediendo sus colores,
tus colores de siempre.
Déjate abrazar de este aire fresco,
de este aire nuevo que cubre tu desnudez con
un velo.
Déjate abrazar y cubrir con un velo,
velo nuevo
velo terso,
un velo que envuelve tu cuerpo
sepultando sus deseos,
sepultando sus recuerdos,
sepultando sus misterios.
Solo y desnudo enfrentado a toda la luz del alba,
luz de sol,
de sol creciendo.
Solo y desnudo enfrentado a toda la luz del sol,
prisionero sin cadenas
sin rejas
sin guardias
sin prisión prisionero
prisionero del sol.
Alza la cara,
la cara al sol sin miedo.
El fuego del horizonte no prenderá tu piel,
tu piel que ya no es tuya
como nunca fueron tuyos los luceros que ya no contemplas,
los luceros que fueron amigos,
los luceros que la luz ha perdido.
Ya no tienes más, cara al sol, que un destino.
Ese destino labrado en roca viva,
labrado golpe a golpe,
día a día;
en los días dulces
y en los días de niebla difusos.
Un destino que separa el trigo de la avena.
Un destino que criba la suerte de tus días.
Despierta a los sueños estériles,
tamiza,
contempla,
tamiza,
contempla los sueños que puedes conservar en este alba, los sueños
reales que puedes extender a la luz clara sin que se mellen los perfiles
de su contorno.
Tamiza y expón al sol tu misterio.
Repica una única campana
sin romper el silencio.
Repica a campo nuevo,
de nuevos olores
de hierbabuena, jara y romero.
Repica a campo nuevo en la mañana,
a nueva casa abierta al sol que nace
al sol que puedes mirar de cara,
al sol que no ciega tus ojos,
que no quema.
Repica una única campana
sin romper el silencio.
Jorge Botella