SINISTRA
La mano que perseguimos por el sumidero
de los días es la mano que ennegrece la leche,
es la mano que oxida los oros, la que mutilada
agita la mandrágora en el límite del bosque,
y si acaso una noche logramos apenas rozarla ella
doblemente nos tendrá en su puño, y ni los alcaudones
ni los hombres sabrán nunca que de ella comimos
aquel alpiste ácimo que enloqueció a los ángeles
Jesús Jiménez Domínguez