EN el hábil catálogo de los fracasos vi la palabra arder en un suicidio minúsculo y hermoso, seducido acaricié el cadáver del verbo bajo la blancura aséptica de la nieve y lleno de nada hasta los bordes yo le hablé, boqueé como un cauce sin agua y por cada chasquido de mi lengua cayeron a la bandeja de la página, uno a uno, los cabellos de dios en un negro estrépito de cañerías enfermas
Jesús Jiménez Domínguez